Cuando lo que se alimenta es el espíritu

06.04.2017

Uno de estos días me prestaba a almorzar, tenía poco tiempo. Paseando por la ciudad en busca de algo relativamente decente, busqué en mis picadas personales, lamentablemente nada estaba abierto y mi tiempo se acortaba, necesitaba comer algo rápido, ¿Opciones? Los Servicentros. No son la opción perfecta, básicamente porque el completo sabe a plástico y la palta es más liquida que la mayonesa. Quizás, lanzarme a la vida y jugar ruleta rusa con una picada nueva.

Pasé por diversos lugares pero nada. Ya abatido y resignándome a ir a un Servicentro, me encuentro con esas picadas con olor a motor, rodeada de camiones, cargadores, perros y hombres de duros rasgos, trabajadores que utilizan la fuerza para ganarse los porotos, hombres rudos y de mal hablar que entierran su cabeza en el plato y con cucharadas cortas y rápidas sorbetean la cazuela.

Doy con "La Matilda" un kiosco enclavado en el barrio industrial pasado el Mall Zofri, mas allá de las pesqueras, cerca de donde los autos "cambio de volante" son los reyes, en la intersección de Salitrera Victoria con Desiderio García.

En el lugar trabajan 3 mujeres, 2 atienden, la tercera en labores de cocina y sirviendo platos y preparaciones. El concepto es simple, mucha comida por poco dinero, contundente y con ese toque de casa. Siempre es un menú o "Plato único" con entrada de caldo y el fondo.

Me atiende la que parece ser la dueña, una mujer de no mas de 35 años, joven y de robusta figura pero de una amabilidad increíble. Yo, por la premura que llevaba, sólo pido un churrasco completo y una coca cola, no me atreví al menú pues tenia con suerte 15 minutos para comer y largarme.

Respecto al sándwich no puedo decir mucho, estaba rico y me llenó. Al final ese era el objetivo.

Admito que me gustaeste tipo de lugares, alejados del glamour y pomposidad de las grandes cocinas de la ciudad. Cocina de casa con el toque de cariño que un plato necesita, lugares que no van en decadencia ni en vías de desaparecer pues cumplen un rol fundamental en la productividad local, mantienen satisfechos a esos hombres de trabajo duro con porciones acordes a su labor diaria, pues los platos son gigantes. Quizás deberíamos detenernos más en estas picadas a la orilla del camino, esos refugios de camioneros... Recuerdo uno de estos que me presentó mi padre hace no mucho, en Victoria, El Rotito, dueño de un Barros Luco de esos inolvidables con pan amasado de la casa, bistec y queso por kilos, todo aderezado con ajo y cilantro, una maravilla culinaria en medio de la nada.

Quise detenerme y contarles de estavisita para recordar que como periodista gastronómicono busco la experiencia de ungourmand, para este servidor la comida es cultura, riqueza humana y valor por lo propio.

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